Artículo 3: Tú Ricardo

Te invito a que contemples esta foto, estoy seguro de que te acuerdas del momento, cualquier persona que ha pasado por este tipo de emociones las tiende a grabar con cuño en la memoria. Ahí estás, en la Universidad de Concepción, con el campanil a mano derecha y una multitud de esperanzas guiando tu vista hacia el horizonte. Era un acontecimiento lleno de simbolismo para todos, para ti y para quienes estábamos esperándote. Allende lo había hecho el 72, luego nadie más, porque de verdad el gran Arco de Medicina parecía reservado para tu visita.

Yo me recuerdo, cómo no, si es una remembranza perenne. Estaba ahí como espectador, justo antes de la tarima de camarógrafos del lado izquierdo, con mi bella Maquita y mis amigotes. Estábamos felices, plenos, satisfechos, porque de verdad lo dimos todo para que llegara ese momento, el momento tuyo, como hombre que con su dedo índice enfrentó al único mandatario que en ese entonces conocíamos, aquel con rostro hostil, de discurso cortado y uniforme. Eras tú, Ricardo, tú, que te transformaste en “Usted”, en “Señor Presidente”, en “S.E.”, tú, que después de años de luchas, podías sentirte resguardado y seguro al saber que mientras hablabas a la multitud, tenías un militar en tu espalda.

Después te fuiste y como los novios en su matrimonio nos dejaste en carnaval. Ahí bailamos con “Los Tres” hasta bien entrada la tarde, porque era una fiesta donde todos estaban invitados, todos, incluyendo patos, cisnes y pudúes. Luego se acabó y nos fuimos, algunos a casa, otros a algún boliche, pero cada uno con un dejo de satisfacción que solo se siente cuando las alegrías superan las frustraciones. Nos fuimos, esperando el comienzo de un Chile mejor.

Así pasaron tus años de gobierno, y como siempre ha sucedido, algunos continuaron con las alegrías y a otros los superaron las frustraciones. A lo mejor el señor que pareces mirar, el que está con la bandera amarilla, ya no tiene la misma esperanza, o a lo mejor sí, quien sabe, es lo que pasa cuando se debe optar, cuando se toman las decisiones. Es que como gobernante debes haber descubierto que muchas de las promesas son difíciles de cumplir, no porque no las quieras, sino porque la voluntad es una virtud escasa entre los poderosos.

Por eso, mucho dicen que tuviste que cambiar el discurso y disposición, ponerte más rudo con todos, hacer valer tu condición y tomar con fuerza el mismo timón que los medios habían usado como metáfora de debilidad. Te exasperaste y las emprendiste contra todos, contra la señora que protestaba, contra el periódico que publicaba, contra el periodista que preguntaba, contra el empresario que regañaba. No eras cualquiera, porque no cualquiera poseía una investidura demandante de respeto sin cuestionamientos.

Hoy, como el tiempo no es más que el espacio entre nuestros recuerdos, se acabó tu periodo. Diarios, periódicos y revistas comenzarán a hacer el último recuento, como cuando se acaba el año y viene uno nuevo. Ahí analizarán tus obras, tu gobierno, tu personalidad, tus aciertos y errores. Será tu última portada de Presidente y vendrán las que hoy llaman de ciudadano, pasarás de actor principal a secundario, ya no serás “Su Excelencia” o “Señor Presidente”, sólo serás tú, tú, Ricardo.

Sergio Toro Maureira

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