VACACIONES BLOGERAS!
Los faros eran buenos guías no sólo para los navegantes, sino para la sociedad. Un faro evocaba la prudencia, debido a que su avistamiento requería cautela en las acciones. Era inclusivo, ya que su destello podía ser visto y utilizado por cualquiera. Era igualitario, porque no importando su belleza o complejidad, su función era igualmente necesaria. No obstante los faros han sido desplazados por la modernidad, al igual que sus valores.


Mi primera parada fue Caimito, un pueblo de no más de 3000 habitantes, lejos de la ciudad y de la playa. Un pueblo rural, que vive del cultivo de naranjos, limones y caña. Es rural como la ruralidad de todos nuestros países. Es asombroso como el campo mantiene perenne su forma de vida, como los regimenes no influyen en la cotidianidad. No es diferente el campo nuestro al de Cuba, al de Nicaragua, al de México, el campo es verdadero, puro y simple, no importa de donde provenga. Su gente es amable y desprendida, lo poco que tienen lo entregan a quien lo necesite. La solidaridad es concepto mas no retórica.
Luego, Trinidad y Santa Clara, bellos y diferentes pueblos. En Trinidad ves la colonia, una villa estancada en el siglo XVII con una belleza imbatible. Las hilanderas trabajan mostrando sus trabajos en la espera que alguien se los compre, no hay apuro, sólo calma. Diferente Santa Clara. Es el pueblo revolucionario, la tierra donde descansa el Che. Me recuerdo de haber visitado una escuela, hablar con el director y con
algunos pioneritos. Me chocó la capacidad de su educación, pero también me chocó la adjetivación del lenguaje. No creo que sea la forma de educar a nuestros niños, no me gustaría criar a mi hijo culto, pero con el puño en alto. ¡Eso lo vi! y de verdad me impactó. “Recítenle al amigo de Chile”, dijo el director “Ché comandante…Ché Guerrillero” replicaron los niños con ojos de inocencia y voz marcial.
Otros pueblos y ciudades conocí, otras realidades de progreso como los asilos y los hospitales, que nosotros no tenemos. Sin embargo, La Habana fue la que más remeció mis sentidos. Es una ciudad fuerte, sufrida, la ciudad amada por Hemingway y por Greene, la ciudad luchada por Martí. A la Habana llegan todos, los turistas, los empresarios, los conferencistas, es una ciudad abierta para el mundo mas no al mundo. Con ellos llegan las zapatillas, las cámaras fotográficas, el dinero. Por eso la Habana no es como las otras ciudades de Cuba, su gente descubre otras cosas, descubre su no posesión, descubre que lo público ya no es público sino restringido. Hay fricción y se nota, el régimen les entrega mucho, pero también les quita mucho.